Si ha visto un huerto, sabrá que la naturaleza es generosa y nos regala, en cada estación, el alimento que necesitamos. En los supermercados existe tal abundancia de productos y a un precio tan bajo que es muy difícil detectar y valorar las implicaciones que hay detrás de cada elección que hacemos. También sabemos que se tira mucha comida y que esto tiene enormes consecuencias medioambientales y sociales.
Las campañas anti desperdicio ponen el énfasis en el consumidor final y su responsabilidad y poco sabemos, por ejemplo, de las relaciones de poder existentes a lo largo de la cadena agroalimentaria o de las políticas que favorecen la agroindustria en detrimento del campesinado. Tampoco se habla demasiado de las desigualdades de clase y demás componentes interseccionales que inciden en el acceso al alimento y su tratamiento.